miércoles, 12 de diciembre de 2007

Las lenguas indígenas en El Salvador

A propósito de una invitación de la Universidad de Costa Rica (UCR) para participar en un curso sobre Variación lingüística en América Central, preparé la ponencia Apuntes para un esquema de periodización de las lenguas indígenas en El Salvador (2005), que luego con algunas modificaciones presenté en el VI Congreso Centroamericano de Antropología (San Salvador 2006). En este acercamiento a las lenguas indígnas de El Salvador opto por una perspectiva histórica de las lenguas. El resumen de la ponencia es el siguiente:

En esta comunicación presento una panorámica básica de las lenguas indígenas de El Salvador desde el momento del contacto con el castellano (S. XVI) hasta nuestros días. Aplico, de manera general, la periodización de las fases de Bauman (1980).

In this communication, I present a basic view of the Indian languages of El Salvador, since the moment of contact with Castilian language (XVI A.D.) until ours days. I apply in general the Bauman´s stages of the language.

Deseo destacar de esta ponencia un pequeño rastreo que hice sobre el término pipil.

"La primera mención de los pipiles es en la cédula real de 1538, después hay otra referencia de Fray Francisco de Vásquez. León-Portilla (1956: 107) constata que la voz nauta-pipil pipil significa infante, príncipe. Casalbé (cfr. 2002: 274) destaca que el grupo indígena protomaya de los pocomames llamó pipiles a los indios que huían del altiplano mexicano en su paso por el territorio actual de Guatemala. Señala Casalbé, sin dar las explicaciones lingüísticas del caso, que este nombre significa “extraño” o “extranjero”. En la actualidad la palabra pipil se entiende como noble: pipil viene del nahuat pipiltin, plural de pilli que significa noble.
La comunidad indígena se identifica a sí misma como nahua y reclama para su lengua el nombre de nawat o náhuat. Los estudiosos de la lengua hacen referencia al pipil (Másin, 1926; Lardé, 1926; Jiménez, 1937, 1959; Aráuz, 1960; Schultze Jena, 1982; Campbell, 1972, 1976, 1978, 1985; Maxwell, 1981; Fowler, 1983; Lemus, 1985, 1997) o al nawat o náhuat (Geoffroy Rivas, 1969, 1973; Lemus 1988; King, 2004). Otro nombre para referirse de manera genérica a este grupo indígena es el gentilicio de indios cuzcatlecos, principalmente entre centroamericanos, y el término se vuelve extensivo a los salvadoreños en general. Se usa pipil también para referir al náhuat de Centroamérica (Campbell 1985). Además, señala Campbell (1985), otros han empleado la palabra pipil para referirse a los dialectos nahuas del sur de Veracruz, Tabasco y Chiapas (5). Geoffroy Rivas (1969) utiliza pipiles o yaquis."

3 comentarios:

PRG dijo...

Sin lugar a dudas los pipiles juegan un papel preponderante en el imaginario nacional salvadoreño, pero si no me equivoco, los lencas fueron el grupo más extendido sobre el territorio del país, y sin embargo, no se les ha concedido la atención que se merecen ¿Cuantas obras existen sobre el Lenca de El Salvador? ¿Qué trabajos se han publicado sobre la tradición oral lenca salvadoreña?

PRG

zurrehal dijo...

Creo que los pipiles y los lencas , tuvieron una incidencia en cuanto a la extensión en el territorio salvadoreño. Pero sería bueno especificar que en el salvador no sólo estuvieron los nativos (pipiles y lencas), pues hay rastros de otros (nativos) como los chortis y los pocomames, según los hallazgos antropológicos.

zurrehal

Rodolfo dijo...

Coincido en que existen evidencias sobre la presencia de grupos del tronco maya en El Salvador; sin embargo, también es necesario enfatizar que el papel asignado a los mayas en la construcción del imaginario nacional salvadoreño es desproporcionado en relación con su presencia en el país. Lencas y Pipiles eran los pueblos más extendidos sobre el territorio nacional, y es probable que hasta los cacaopera tuvieran un mayor peso demográfico que los Chortis y los Pocomanes. Pero el mayor prestigio de los grupos asociados a Mesoamérica ha llevado a introducir una falta de equilibrio entre los estudios del oriente y el Occidente del país; así que es más fácil encontrar trabajos sobre los Pipiles o los Mayas que sobre los Lencas o los Cacaoperas. Y ese desequilibrio, a parte de no poder sustentarse desde un punto de vista académico, constituye además una injusticia histórica con unos pueblos que merecerían una mayor atención.